19 octubre 2006

Retablo de moderaciones

Por Leonardo Martínez Carrizales
Gustavo Sainz ha peleado con celo un lugar entre la parentela de quienes confiaron a la literatura tareas revolucionarias según el catecismo de un siglo que llega a su fin. El autor de A la salud de la serpiente –la última de sus novelas publicadas hasta ahora—nunca había sido más moderno y, paradoja cruel de nuestro tiempo, más anacrónico; aquella novela encarcelada en los escenarios de la nueva narrativa hispanoamericana de medio siglo ganó la credencial legítima de una aventura literaria, al mismo tiempo que el epitafio de un desarraigo estético, histórico y biográfico.

La nueva novela de Sainz, Retablo de inmoderaciones y heresiarcas, persiste en sus convicciones estéticas, aunque con el escepticismo saludable de un aire sencillo en sus páginas propio de la aproximación y el ensayo. Cierto, la narración sigue siendo para Sainz un experimento verbal que busca transgredir los fundamentos del género, pero las arduas lecciones que deparó a su autor la recepción pública de A la salud de la serpiente se perciben en esta novedad editorial. Retablo… devuelve cierto crédito al poder verbal de Sainz y a sus obsesiones experimentales; si bien es cierto que un crédito relativo, pues la condición de este trabajo parece transitoria y marginal. Un “tinterillo bachiller”, víctima antaño del Santo Oficio, busca en un cementerio el sepulcro que pueda pasar como la morada definitiva del todavía saludable Francisco Frías Olvera, fraile perseguido por el mismo tribunal de torquemadas, gracias a los vuelos interpretativos de sus oraciones públicas. La pesquisa encubridora del “más o menos inquieto” tinterillo, “ciertamente nervioso”, es una imagen sobre la cual Gustavo Sainz engasta otras más. A las imágenes ensambladas en un solo, continuo enunciado, corresponden varios planos narrativos unidos por la coartada de una conciencia en vigilia, la del tinterillo.

Sainz consuma este esquema con recursos cercanos a la superposición y el montaje. El título de la novela es correcto: un retablo. Un plano monumental ahíto de elementos accesorios en abigarrado, apasionado, sensual concierto.

Acusación estrambótica ante la Inquisición, el libre pensamiento acicateado por la antigüedad grecolatina y la Ilustración francesa, consejas y leyendas, el nacimiento del patriotismo criollo, placeres de alcoba, chismes y chistes, poesía popular, supersticiones… El retablo de Sainz aprehende una parte pequeña de aquel sistema cultural menos por sus ideas que por su ritmo y su tono, y recrea estos elementos con base en una serie circular de palabras que conjuran imágenes. El resultado es satisfactorio no sólo por lo que se refiere al experimento verbal, sino por el acercamiento al pasaje histórico: la ligereza, el humor, el placer y la humanidad rotunda de los hijos de la Nueva España al arribar el siglo de la Independencia, al lado de la intolerancia, el miedo, el castigo físico y el dogma. El experimento verbal devuelve a este capítulo del pasado la riqueza y el movimiento que la pereza de los ideólogos suele escatimar.


(Publicado en Casa del Tiempo, Universidad Autónoma Metropolitana, Volumen XII, Epoca II, Número 20, Mayo 1993. p 62)

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